28/4/11

Vlaminck y lo nuclear

Cerca de una casita, junto a un arroyo, hablo con una señora y un hombre mayor. Él ha trabajado en una central nuclear y conoce bien los efectos de la radiactividad. El valle es verde. Hay manzanos en las praderas inclinadas, casi un cuadro de Vlaminck, y suena el agua descendiendo hacia la cuenca. Ahora creo que nos desplazamos en un tren movido por una pequeña locomotora de vapor. Los vagones son descubiertos o al menos todas las ventanillas van abiertas. Nos dirigimos hacia la central nuclear. El hombre cuenta pausadamente cómo nadie habla de los perniciosos efectos secundarios de la energía que se produce “allí arriba”. La belleza y la absoluta certeza del paisaje hace difícil creer en la veracidad del relato.

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