22/4/11

En misa y repicando

















Hay cambio de guardia a las cinco de la mañana. Los dos estorninos que se chillan de un tejado a otro durante la madrugada dejan paso a unos pajarillos que no tengo identificados. Hasta que amanece, trinan por todo el barrio y no dejan que nadie más lo haga. No tienen un canto especialmente brillante y su registro es más bien corto pero desde principios de abril se están encargando del alba.

En cuanto a las cigüeñas, el domingo pasado avistamos la primera. Bajaba planeando desde la torre de San Francisco hacia lo poco que queda del soto de Lezkairu. Lo han nivelado todo y solo quedan sin asfaltar dos montículos miserables a modo de montañas del río Li venidas a mucho menos. Incluso entre tanta desolación, cuatro patos cuchara han encontrado dónde cortejar. Una charca de aguas dudosas da cobijo a una hembra y tres machos lustrosos que se persiguen con resultados previsibles. El más grande hostiga al mediano en cuanto se acerca demasiado a la hembra. Esta aprovecha el momento para salir hacia el centro de la charca en busca del pato pequeño. El macho alfa regresa, los separa y empuja a la hembra hacia el rincón. El pato mediano se acerca y todo vuelve a empezar. ¡Ah si todo fuese yacer!

La actividad sexual es, durante estas semanas, extenuante. Los cerezos han hecho su esfuerzo anual para florecer. Fue cosa de una noche. Una de esas en las que el calor pareció traer el verano de repente. Los capullos se hincharon esperando el sol y cuando salimos de casa, la calle estaba ya rosa.

Volviendo a los pájaros, un estornino estuvo a punto de morir atropellado junto a la oficina. Perseguía a una hembra mientras apartaba a un rival. Se salió del césped chuleando con sus pasitos cortos y rápidos y la cola y el pico enhiestos. No se dio cuenta de que ya estaba en el asfalto y un coche tuvo que frenar para no llevárselo por delante. ¡Mírame querida!

No hay comentarios:

Publicar un comentario