15/3/11

Se confundirán con nubes

El domingo iba a cambiar el tiempo. A eso de las diez de la mañana me tumbé bajo la claraboya a mirar las estelas de los aviones. Si hace bueno apenas duran un minuto en el cielo; conforme baja la presión, tardan mucho en disiparse y mientras lo hacen se ensanchan y toman forma de huella de neumático gigante sobre la nieve. Los bordes se degradan poco a poco y es conveniente no apartar la mirada: en otro caso, se confundirán con nubes. Durante la observación el cielo se mantuvo limpio y hasta que los rastros de las estelas no fueron irreconocibles no llegaron por el oeste las primeras nubes. Eran de un gris payne aguado, ligero; dispuestas a fundirse con los jirones blancos que aún quedaban en el rectángulo de la claraboya. Esperé hasta que los tonos se fundieran y luego, contra el viento, un milano negro estuvo haciendo equilibrios para mantenerse inmóvil mientras buscaba algo abajo, en la hierba.

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