Delante de este cuadro de Schlesinger recordé las Lecciones de estética, el esfuerzo por entenderlas. Todo había ido bien hasta Hegel y todo fue bien después.
Las comisuras algo caídas, despectivas en su final delgadísimo, la barbilla adelantada y los ojos claros, sólo tocados por la sangre en sus bordes, dan al rostro del filósofo la medida de su obra. Le miro con desánimo, sabiendo que me falta y que será difícil volver a intentarlo si no es por persona interpuesta.
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