No fue una elección deliberada. Viajar con un libro que haga referencia al destino en su doble sentido es una buena forma de sustituir guías o querencias. Elegirlo casi al azar, añade a la cosa cierta emoción. La Ronda de noche es un abismo contado con una ligereza solo aparente. En el trayecto hasta el hotel, el taxi circula por los túneles de Passy, el barrio en el que se desarrolla parte de la trama. La contraposición entre el embotellamiento de la tarde de viernes, abajo, en la carretera soterrada y la huida en descapotable como metáfora del siglo, me puso en paz -al menos durante un momento- con la literatura.
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