22/4/10

Medallas de chocolate

Ayer, en una mesa redonda sobre "Los Encuentros de Pamplona", una joven estudiante quiso aportar lo suyo advirtiendo que iba a hablar como mujer, como joven y como artista.

Hace no mucho, un magistrado me contaba cómo el agente judicial le anunció la visita de unos juristas. Se trataba de tres recién licenciados que así se autoproclamaban.

No creo que sea solo una cuestión de juventud. Tantos premios, tantos galardones como se ven a diario, hacen de espejo y todos queremos lo nuestro. A falta de pan elevamos a la categoría de distinción la edad, la ocupación  el sexo o cualquier otra cosa por contingente que sea.

De esta forma damos pábulo a esa pérfida idea religiosa según la cual nada somos. La humildad, en su peor acepción, ha calado tan hondo que, en su movimiento pendular, nos obliga a ponernos la primera medalla que encontremos. Tal vez El Libro Guiness de los récords tenga su origen en esta desgracia.

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