11/4/10

El siglo de los partidos del siglo

No se debe acompañar el almuerzo con mojitos y de hacerlo, el diámetro del vaso debe ser el adecuado. Salí a por algún remedio para una resaca fulminante. A duras penas me incorporé de nuevo a la tertulia y a eso de las nueve levantamos la reunión. Cada cual ya tenía elegido un lugar para ver el partido del siglo. Solo en casa y después de tomarme dos pastillas contra la migraña, me tumbé en la cama. Noté el efecto; noté cómo, al cabo de diez minutos, el medicamento escindía el dolor en partes iguales y terminaba por disolverlo poco a poco. La operación duró media hora.

Bajé a ver el fútbol, llamé a mi hermano para felicitarle olvidando que ya lo había hecho. Tirado en el sofá, me costaba seguir las evoluciones de los jugadores. Los efectos secundarios permanecían latentes. Gol de Messi. El diccionario de Word no trae todavía su nombre. Un comentarista quiere que sea mano. Descanso. Me quedo seco. Fin del partido. Noto que un mosquito, atravesando el calcetín, me ha picado en el empeine del pie derecho. Es el primer mosquito de la primavera: por supuesto, tiene que picarme a mí. Lo veo pasar zumbando alegremente. Me voy a la cama. A eso de las tres y media me despierto conmovido por la Suite para violonchelo nº 1 de Bach que suena en Radio Clásica. Me levanto para anotarlo. De nuevo a la cama. Mi hermano me había recordado que le regalé la Guía de  las aves de Europa. A eso de las siete soñé que podía identificar el canto de varias aves. Eran todos córvidos y sus cabezas y colas estaban decoradas con pequeñas plumas retorcidas, siempre negras, que formaban vistosos dibujos. Estaba amaneciendo y desde el jardín llegaba el guirigay de los estorninos. Me he levantado con precaución. Parece que no hay daños graves.

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