Busco una forma distinta de ver París durante la ocupación para quitar el mal sabor de boca que me dejó Malditos bastardos, así que hecho mano de las Conversaciones con Picasso. Brassaï es un escritor magnifico. Las calidad de las descripciones humanas corren parejas a las de sus retratos. Es cierto que Picasso es aquí el centro de la narración pero a su alrededor aparecen una enorme cantidad de artistas y personajes dibujados con enorme precisión; desde Sabartés, la sombra del pintor, hasta Dalío Malraux. El fotógrafo habla de los años de la ocupación sin estridencias. Habla de los miedos, del frío, de la desaparición de amigos a los que no vuelve a ver nunca. Hay una llamada de Henri Michaux en la que le dice que está enfermo y muerto de frío. Él no se atreve a decirle que esos días está estupendamente. Poco después, describe cómo tiene que fabricarse una caseta con cartones y sobres de papel fotográfico en mitad del salón de su casa para mantener algo de calor mientras escribe.
Reflexiones acerca de la fotografía, de la escultura de Picasso o las notas históricas, como la referencia a la participación de la URSS en la invasión de Polonia (el libro está publicado en 1966) hacen de la lectura de Conversaciones con Picasso un buen antídoto contra la tarantinosis.
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