17/4/09

Los hombres y la madera



Los rostros son para los pintores. La imaginería española tiene más interés en los músculos que en los rostros. Por eso no entiendo las vírgenes. Se me hacen incomprensibles más allá de las devociones automáticas. La escultura queda en manos de los hombres para el cuerpo de los hombres.

Sé de qué habla el hombre muerto, pero no la madre que lo acoge. El grado de elevación del iris parece siempre exagerado en comparación con el de la cabeza; Esta forma de levantar la vista se recomienda para ciertos ejercicios de relajación. Provoca un leve dolor en la parte superior del globo ocular y ayuda a concentrarse en un punto distante. En esa lejanía a la que se dirigen las miradas de todas las vírgenes radica tal vez la dificultad. No hay una actitud cierta. Puede que la virgen de Salzillo parezca ya vencida, cansada de todo, cansada de llorar; pero por lo general hay un exceso que elimina cualquier atisbo de espiritualidad. Si se irguieran las cabezas, sólo un poco, aliviando la presión de los ojos (recuerdo los modelos de Oteiza y luego los de J.R. Anda) o si el rostro apareciera inclinado hacia abajo, sabríamos algo más. Pero no hay cuerpo y como solo la cara debe dar cuenta de un asunto tan difícil, es natural que el artista no se fíe de los registros del ser humano y tienda más bien a exagerarlos.

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