27/3/09

El ojo y el plano



Museo de Bellas Artes de Sevilla

La Apoteosis de santo Tomás de Aquino está colgada de tal modo que el hábito de Fray Diego Deza y los ropajes de Carlos V quedan a la altura de los ojos del espectador. El cuadro mide 486 x 385 cms. Tiene una composición complicada y como en muchos otros cuadros de Zurbarán el placer estético radica más en las partes que en el conjunto. La mirada recorre gozosamente los pliegues de cada tipo de tela fabricados con pinceladas de una enorme diversidad de tonos. Las calidades de los tejidos, del cuero de la bota del Emperador, de su manto, del cojín sobre el que se arrodilla, están fabricadas con una técnica mucho más moderna que el resultado total. Los rostros de los cuatro Padres de la Iglesia, los libros que sostienen, son igualmente sorprendentes y sin embargo hay un registro que tira del cuadro hacia el pasado, hacia la rigidez.

Lo mismo sucede con san Hugo en el refectorio. Aquí, las exactas alineaciones de frailes, panes y lozas; las extrañas intersecciones entre la boca del santo y el pliegue del hábito del segundo monje por la derecha o la capucha de uno de los cartujos y el marco hacen sospechar. La falta de calidad en la sombras del objeto que sujeta el paje o los cuchillos casi flotantes, provocan una extraña sensación desmentida luego por la enorme facilidad del pintor en la distancia corta.

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