14/12/08

La llanura

Una cena de personas vinculadas por el año de nacimiento. Falta éste o el otro. Uno tuvo un accidente; después de la baja no quiso volver a la fábrica. Le despidieron y desde entonces vive con una pensión mínima, leyendo libros que no entiende. Otro –el primer sindicalista serio que conocí- padeció una extraña enfermedad y estuvo a punto de perder las piernas.

Uno de mis mejores amigos de entonces es médico cerca de Madrid. Cuenta que un anciano les repartió en la consulta la estampa de un santo que protege contra la muerte violenta.

–Morirte –decía- te vas a morir. Pero de viejo.

A los quince días le trajeron en ambulancia. Lo habían sacado de entre los hierros de un accidente de tráfico. Como el anciano no llegó vivo, la enfermera del centro de salud no sabe que hacer con la estampa. Le parece mal quitarla del salpicadero de su coche, pero teme que, si la deja, le traiga mala suerte y acabe estrellándose.

O* me recuerda algo que hice tiempo atrás. Le pregunto si está seguro de que fuera yo. Haciendo un esfuerzo logro encontrar alguna señal de lo que cuenta. Nada más. El pasado se me aparece como una llanura inabarcable.

De vuelta a casa, hacia el oeste, la luz naranja de la ciudad marca la dirección imprecisa en medio de la noche.

2 comentarios:

  1. Anónimo15/12/08

    Qué bueno esto.

    Mercedes

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  2. Había más, pero en estas cosas uno no sabe dónde está la línea de lo privado. Me acordé de Faulkner mientras cenaba; a uno de los comensales le ha cambiado la mirada después de tantos años. Ahora tiene los ojos como un personaje de "Las palmeras salvajes" ¿?: dos pequeñas bolas de goma negra.

    Saludos,

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