Las reflexiones de otro tipo tampoco son muy brillantes. No acabo yo de verle la chispa. En este fragmento que cito a continuación, me surge una seria duda acerca de la idea de lectura y cultura que tal vez el editor Ayacam pueda aclarar. El sr. Pynaqui llama a esto "leer a la yema"; es decir: tomar un libro por su lomo con la mano izquierda y hacer pasar rápidamente las hojas con la yema del pulgar de la derecha, deteniéndose al azar en cualquiera de ellas. Se lee a continuación algún que otro párrafo, de manera que uno pueda hacerse idea, aunque sea fragmentaria, del asunto del que trata el volumen.
Un cálculo, incluso muy aproximado, del número de horas que hemos empleado a lo largo de nuestra vida en la lectura, nos demuestra que en realidad hemos leído notablemente menos libros de los que creemos. No hemos tenido tiempo material para leer todos los libros que pensamos haber leído. Pero los libros que hemos leído están muy lejos de ser los únicos elementos de nuestra cultura libresca. Cuentan también, a veces casi igual, aquéllos de los que hemos oído hablar, de una manera que nos hizo aguzar el oído (el oído interno), aquéllos de los que un pasaje citado aisladamente en otra parte despertó en nosotros unos ecos precisos, o una contigüidad con obras que ya conocíamos permitió al menos el etiquetaje. Aquéllos de los que apenas conocemos sino el título y el sentido general, pero que, dibujados en lo profundo por las fronteras de los libros afines figuran, sin embargo, en nuestro repertorio libresco, como referencias utilizables. Esta cultura acrecentada por encabalgamientos, por reconducciones y por contaminación es quizá la verdadera cultura libresca. El libro es contagioso. La masa de los libros ya conocidos confiere una semirealidad manejable a los libros aún no leídos, que ella rodea y hace presentir. Así, a partir de un cierto nivel adquirido, la cultura libresca, mientras la lectura solo sigue una progresión aritmética, puede desarrollarse de manera casi exponencial por un método que tiene analogía con la solución de un puzzle, y que los políglotas experimentan prácticamente todos en la adquisición de nuevas lenguas. Para enriquecerse plenamente por la lectura, no es suficiente leer.
Julian Gracq
A lo largo del Camino (Ed. Acantilado)
El virtuosismo del Sr. Pynaqui no quedá sólo en una cuestión táctil. Va más allá. En una noche cerrada, fumando un cigarrillo de cortesía, puede engatusar a una mujer dada de alta en el epígrafe arquitectura y decoración, vestida de negro y con carmín en los labios, sólo con haber leído la contraportada del libro en cuestión.
ResponderEliminarYa hablaremos de si el presente de indicativo le cuadra a esta afirmación tuya acerca se Mr. Pynaqui
ResponderEliminarPor otra parte, quedé ayer impresionado viendo los noticieros locales. Con un representante así, no quisiera yo ser acusado de nada. La sensación que transmiten los medios es de éxito total del levantamiento estudiantil frente a una administración que se pliega ante el mero y contundente uso de la razón. Queda por saber qué sucederá con el ejercicio de las acciones que asisten al colectivo -una vez restaurado el orden académico- frente a quien presuntamente lo subvirtió.
Pasa un buen día.
Respecto a la primera cuestión, no te olvides que el que tuvo, retuvo, y guardó para el mundo viejuno. Respecto a la segunda, pues también.
ResponderEliminar¡Ah las mujeres satisfechas! Esa sonrisa relajada en las comisuras acompañada con una leve caída de ojos, como de mareo leve. La petite morte toujours!
ResponderEliminarMe refería al poder de seducción de nuestro común amigo, pero me quedo con tu respuesta.
ResponderEliminarPero ¡querida S. CH.! ¿Qué es la seducción? ¿A qué el deslpliegue de las plumas del pavo? El fin, los medios. Qué voy a contarte que tú no sepas.
ResponderEliminar¿Nos vemos luego?