"El caso de la charla general sobre el “progreso” es, sin duda, un caso extremo. Como se ha enunciado antes, progreso es simplemente un comparativo cuyo superlativo no hemos determinado. Respondemos a cualquier ideal de religión, patriotismo, belleza o placer bruto con el ideal alternativo de “progreso”; es decir, respondemos a cualquier propuesta de obtener algo que conocemos con una propuesta alternativa de obtener mucho mas de nadie sabe qué. El progreso, entendido correctamente, tiene sin duda un significado muy digno y legítimo. Pero utilizado en oposición a ideales morales precisos es ridículo. Que el ideal del progreso debe contraponerse al de finalidad ética o religiosa está tan lejos de ser verdad, que la verdad es lo opuesto. Nadie tiene por qué utilizar la palabra progreso a menos que tenga un credo definido y un código moral férreo. Nadie puede ser progresista sin ser doctrinario; casi podría decir que nadie puede ser progresista sin ser infalible, o al menos sin creer en alguna infalibilidad. Porque por su mismo nombre progreso indica dirección; y en el momento en que tenemos la más mínima duda sobre la dirección, pasamos a dudar en el mismo grado sobre el progreso. Tal vez nunca desde el comienzo del mundo ha habido una época que tuviera menos derecho a emplear la palabra progreso que la nuestra."
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