2/1/08

Фотографу неудачнику


La metáfora no será la mejor, pero funciona bien: salir de caza, echarse de nuevo el visor al ojo y ver qué sucede después de meses sin mirar a través del rectángulo. Volver algo más tarde para comprobar si las sombras han hecho más evidentes unas escaleras o el toldo de un chiringuito.


Tres mil kilómetros. Mientras atardece en el Atlántico, cuatro cargueros fondean frente a la playa, encienden sus luces de posición. Uno de ellos ilumina con potentes focos toda la cubierta. No atracan en el puerto para ahorrarse unos duros en tasas, así que se plantan aquí delante, a menos de dos millas de donde debieran estar.


Como la arena es negra, la playa desaparece enseguida. Quedan sólo los vericuetos blancos de la espuma. Me habían informado de la falta de luz en el exterior del edificio de apartamentos. Todo afuera está oscuro, salvo las luces de los barcos. Comemos unos emparedados en la terraza y yo me quedo leyendo. El mar está muy tranquilo, las olas se demoran. Cuando rompen, el eco del acantilado alarga un poco el rumor, haciendo del espectáculo una especie de versión laica del rosario. No hay grandes sobresaltos: la naturaleza invita más a escuchar que a mirar, así que leo como hacía tiempo que no lo hacía, intensamente. Las chicas ya están en la cama, no hay cobertura, el televisor está apagado y todo lo que necesito es una manta sustraída de un avión de Iberia para ponérmela sobre los hombros.


Фотографу неудачнику - Lancelot_N - bigmir)net

2 comentarios:

  1. Bienvenido, señor de Passy. Aunque supongo que, frente a esta constante lluvia fría pamplonesa, ustedes hubieran seguido unos días más en esas tierras negras y sin luz exterior pero con mar. Ah, y da envidia imaginárselo leyendo en la noche, con la manta (robada) sobre los hombros.

    No se inquiete por el intercambio con el señor Vidal. Al menos por lo que a mí respecta, aparte (o sobre todo) porque le tengo ley al señor Vidal, porque, como usted dice, tenemos una cierta edad, y eso nos enseña a tener una notable distancia respecto a nuestras propias posturas que evita, faltaría más, que la sangre llegue al río. (Pienso y pienso, y no se me ocurre otra ventaja de la maldita edad avanzada.)

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  2. Sí hombre, sí. Hay ventajas. Seguro que hay ventajas. Déjeme que piense.

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