28/6/07

Tokio

El exterior del Palais de Tokio sigue siendo un desastre. Arrasado por el botellón tiene el mismo aspecto que hace unos años, cuando cerrado a cal y canto, servía de punto de encuentro para el final de las noches locas parisinas.

La cosa no ha cambiado mucho y si se accede al Palacio desde la avenida Wilson se sortean charcos de lo que sea, inmundicias varias y botellas de litro de licores cuyos efectos no creo que estén descritos todavía en ningún estudio científico.

Sin embargo desde la terraza, adornada con sombrillas de lona blanca inmaculada, el respetable mira el panorama como si nada, mientras almuerza un sándwich después de ver la retrospectiva de Steven Parrino.

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