Más allá de la Porta Pia

Si hay un lugar en Roma donde uno se puede sentir como un viajero del XIX es allá lejos siguiendo la vía Nomentana, después de la Porta Pia. Allí donde no llegan los autobuses que se quedan en Piazza Venecia u orillados en la via dei Fori Imperiali, están Sant’Agnese y Santa Constanza. Entre ambas hay un juego de petanca donde unos abuelos se agachan para lanzar la bola, haciendo crujir sus vértebras. No hay casi gente. Si hace demasiado frío hay también un bar donde dan un café espantoso. Hay un televisor encendido.

Los templos Circulares como el de Santa Constanza, tienen algo especial. En éste, también. No es sólo la fábrica de ladrillo, o la disposición de las columnas lo que le imprime su carácter. Creo que es la falta del ábside. Aunque la iglesia tenga una orientación determinada, el hecho de no encontrar una referencia arquitectónica al lugar al que deben dirigirse las plegarias, da una sensación siempre nueva a las relaciones del espíritu. Se ve enseguida. Para el que duda, una iglesia circular es una tabla de salvación, uno se reafirma haciendo girar la vista. (oígase Jorge Drexler. Álbum “doce segundos de oscuridad”. Corte: “Hermana duda”.)

"No tengo a quien rezarle
pidiendo luz,
ando tanteando el espacio a
ciegas.

No me malinterpreten
no estoy quejándome
soy jardinero
de mis dilemas."

Ese tanteo de las paredes de la iglesia circular le devuelve a quien duda al mismo sitio del que proviene si haber encontrado en su recorrido nada que le salve.

Véase el Panteón. De lo que se está seguro en el Panteón es de su circularidad.

El mismo guía que te enseñe Santa Costanza te llevará – o al menos te llevaba- a las catacumbas de Sant’Agnese. Te interesa, lector, si quieres ver algo así sin apreturas.