Hablaba el otro día JPQ del traslado de una librería al distrito XIV, que es un lugar anodino en cuyas calles se instalan mercados los domingos. Allí se venden lo mismo quesos de Normandía que pescado medio fresco, bragas de baratillo y galletas de Dios sabe dónde. Atravesé hace poco el distrito bajo los toldos de los puestos y entre la gente especialmente gris que sale a comprar en día de fiesta. Iba camino del mercadillo -este de libros- Georges Brassens.
La única lista de librerías que tengo me la facilitó hace ya algún tiempo Juan Manuel Bonet. He estado ya en algunas y he encontrado lo que buscaba, pero esta vez no ha sido así: los puestos de venta del Georges Brassens están al abrigo de unos tejados que formaron parte de un matadero.
Hay una escultura de un trabajador que lleva a la espalda lo que parece ser el costillar de un caballo. Mucho Tintín de segunda mano, mucha mecánica popular y un tipo que aprovecha para vender caracolas marinas de buen tamaño. En definitiva, una mañana casi perdida. A cambio. Al otro lado, en el Marais, una librería donde encontrar cosillas: Mona Lisait.
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