Esto de Amador Vega sea quizás un poco excesivo. Seguramente. Aunque hay trazas religiosas en el arte que se entretejen con otras como el sufrimiento y la representación, la cosa no debería ser para tanto. Y si no lo es, la estética estaría transmitiendo una imagen de lo que ya no existe. Una especie de psicofonía de alguien que pasó por allí tiempo ha. El arte puede ser muy bien el reducto de esa voz que ya no existe, una especie de pasar vicario, de procesión de fantasmas que piden a gritos iconografía.
Cambian los medios, pero éstos no dejan de arrojar imágenes. Y en especial los nuevos, si se puede llamar nuevo a algo que tiene 30 años, como las técnicas que capturan el movimiento: las video-proyecciones que se ven en salas forradas de negro sin otra cosa que el sagrario-proyector y la imagen misma. A veces, cuando estás contemplando un video, asoma por el hueco, a contraluz, un tipo que sujeta la cortina, mira un momento, pone cara de indiferencia y se larga. Digo “a veces” pero es casi siempre.
Este asomar la cabeza mientras los devotos están sentados donde pueden contemplando con arrobo la imagen proyectada, se parece a otro momento que todo el mundo ha experimentado alguna vez; de un lado o del otro, siendo fiel o turista. Uno escucha misa en la catedral de Burgos, pongo por caso, y su concentración en el misterio se ve distraída por quien pasea por el templo y se retira comprendiendo que la representación a la que asiste no va con él. Lo mismo, pero al revés: cuando asomas la cabeza por la puerta lateral de una mezquita en el instante justo en que , conforme al rito, los fieles giran la cabeza hacia ti.
Otro asunto interesante: La unción, En la segunda de sus acepciones ”Devoción, recogimiento y perfección con que el ánimo se entrega a la exposición de una idea, a la realización de una obra, etc.”
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