Estimado sr.Anonymus:
No creo que las impresiones de Torga sean muy agudas. Al contrario: me parecen simples constataciones del transcurso de la vida. La descripción de su trabajo, de los habitantes de los lugares en los que ejerció como médico o de los balnearios a los que acudió con frecuencia, no van más allá de una mirada repetidamente fácil en su melancolía. Y la pátina de tristeza me empieza a causar un cierto cansancio. Por temporadas me cansa este modelo de diario europeo del siglo XX. Pero ya es tarde para pedir otra cosa: La perplejidad ante el mundo nos identifica más que cualquier otro rasgo. Ya no podemos esperar el advenimiento de un nuevo Cellini a quien, en el fondo, echamos de menos; a él y a sus ganas de vivir, sus fiebres, sus estocadas; todas estas cosas que ya no pueden volver porque ahora son pura ingenuidad. Ya es tarde para agarrar a Europa por las solapas, porque se quedaría –nos quedaríamos- impávida aunque la zarandeáramos como a un guiñapo.
Creí que la impronta que los británicos dejaron en Portugal, habrían dado a Torga un punto de ironía de la que, a la postre, carece por completo.
¿Leer a Torga? Tal vez ¿La siesta del carnero al olor de las páginas de su libro? Sin dudarlo.
P.D. tampoco pude con la creación del mundo
Passy invernal, déjese de Torguatos. Le recomiendo un diario, sus páginas además arrancan en el s. XXI: 'Liquidación por derribo', de Miguel Sánchez-Ostiz.
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