11/2/06

Ocre

Para aterrizar en Madrid hay que ver antes Castilla desde el aire. Hay que mirar bien los campos que rodean la ciudad. Hay que mirar antes de que broten los indicios del cultivo. Luego será otra cosa, pero de momento, los ocres dispuestos conforme a las normas de la concentración parcelaria, rodean Madrid como si quisieran estrangularla. Excepto alguna pieza dedicada a los olivos, el resto de de la tierra madrileña parece clamar venganza.
Volar sobre Castilla es hacer ejercicios espirituales para el aterrizaje. Madrid necesita preparación del alma. La Gran Vía necesita un Padrenuestro y tres Avemarías. Dice L. que le gusta el punto cutre de Madrid. A mi me sofoca un poco. Hay un algo de miseria irredenta, algo que tuvo que inspirar el pesimismo del 98 y que arranca de mucho más atrás; de cuando los Austrias dedicaban sus esfuerzos a Europa. Sus esfuerzos y los de España. Total para nada, porque ya somos protestantes; hace ya un tiempo que lo somos sin saberlo. Es como si, desde el facistol, los curas leyeran a Weber en vez de a san Juan.

2 comentarios:

  1. Anónimo13/2/06

    Para mí, más que ocre, que también, lo que define Madrid es lo dorado. Ese color, que quiere ser oro, pero no llega a serlo ni de lejos habla mucho de una ciudad que sí, nada en lo cutre. Sí lo dorado es su color, lo petulante podría ser su adjetivo, Madrid tiene mucho de petulante, de barrio quiero y no puedo que se llena de floripondios y picaportes dorados para ver si cuela. Pero no cuela. La estética de fondo de Madrid, a diferencia de otras ciudades, como por ejemplo Berlín, rezuma una bajeza de espíritu que hunde al transeunte. Basta también sumergirse en el metro, con esos tonos como de frasco de colonia de abuelo. El otro día pensaba sobre esto, en el peso de lo hortera, de lo chusco, de tanta casquería que recibimos a lo largo del día los que vivimos en Madrid. Sé que suena snob todo esto, pero es que es cierto.
    Saludos.

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  2. Anónimo14/2/06

    has definido al país, colega naufrago. De eso que dices suponer en tu mirada tenemos todos. Pero eso no quita que haya otras miradas sobre la realidad, más objetivas si cabe.
    La pintura habla de ello, por poner un ejemplo, entre otras cosas.

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