18/1/06

Jirones

El viernes por la mañana salí de casa con algo de ropa en una mochila camino de la rue Vaneau. Había bastante bruma.

A la tarde, a eso de las seis, cuando se encienden durante un rato las luces parpadeantes de la torre Eiffel, la niebla había comenzado a bajar. El faro –que no lo es- atravesaba nubes y claros. Lo veía desde el café de l’homme en Trocadero, con un trozo de tarta y una orangine sobre la mesa. El haz de luz –en realidad son varios focos coordinados para dar la sensación de una sola linterna- el haz de luz, digo, tiene un cierto aire inquisitorial, es verdad que vuela muy alto, que no recorre las fachadas de la ciudad, pero ese movimiento circular, abriéndose paso entre los jirones de la niebla, resulta perturbador. Otros reflectores van de abajo a arriba: los de las fiestas de Hollywood , los de las discotecas. Éste barre el cielo horizontalmente, sin una función aparente.

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