10/1/06

desahogos

Hacía meses que no nadaba. Lo he hecho hoy a instancias de mi espalda que se queja de lo rigores del invierno y la inclinación de la mesa de trabajo. Nadar resulta placentero. La cabeza bajo el agua, la línea negra en el centro de la calle, las boyas y ese jodido altavoz que lo llena todo con un chunda-chunda insoportable para que cuatro señoras –cuatro- hagan hidrobic en la piscina de al lado. Si pudiera nadar aguantando la respiración, haría cada largo a ras de fondo, tocando el gresite con la tripa.


Aparte de esto hay un pre y un postcalvario, consistente en el desahogo que reina en los vestuarios, carentes de cabinas individuales: uno se ve expuesto no sólo a las miradas de los demás, sino a su presencia. Expuesto a ese pasear el cuerpo y la voz al mismo tiempo, como si dijeran: mira cuán interesante es mi físico y mi conversación y mi todo. Qué necesidad –me pregunto siempre en estos casos- tengo de rodearme de cuerpos masculinos. No me apetece que se me acerque ni el David de Miguel Ángel. No tengo ganas de que me hable ni Demóstenes.


Ese afán de pertenecerse, de ocupar un lugar en el espacio, de ser cuerpo, me saca de mis casillas. Hago un enorme esfuerzo por nadar de vez en cuando y todo lo que mi espalda gana con el ejercicio, lo pierde de inmediato gracias a este estado de cosas. Acabo siempre en el mismo punto: una especie de reproche por no aguantar a los demás. Pero es así: no aguanto a casi nadie.

1 comentario:

  1. A mí, de pequeño, mis padres me llevaron, con la mejor intención, a un campamento de verano (imagínate, un campamento de verano en Extremadura...) donde las duchas eran tan colectivas como todo. Aún recuerdo a mi madre, al regreso, frotándome el cuerpo con aceite de oliva (un truco de la abuela) para sacar la roña acumulada en quince días de sufrimiento.

    No estás solo en tu negativa.

    Para colmo, el impudor centroeuropeo-germánico-nórdico a la hora de mostrarse como mínimo en calzoncillos sin reparo alguno, o airear los calcetines ante cualquiera, me saca de quicio.

    Te acompaño, sin acercarme demasiado, en el sentimiento.

    Y feliz año.

    ResponderEliminar