Para visitar la iglesia de San Nicolás en Mala Strana me he ido a Praga con El pliegue de Gilles Deleuze debajo del brazo a ver si comprendía algo del Barroco. Sucede, a veces, que no entendemos un libro y terminamos expoliando aquellas partes que nos interesan arrasando todo lo demás. Con Deleuze ya me había pasado esto, pero he vuellto por donde solía y de nuevo me he dado de bruces con un lenguaje tan difícil, por no decir abstruso, que he decidido prender fuego a sus campos llevándome el botín a la carrera sin el más mínimo pudor. He aquí la primera de las joyas que, a salvo en mi guarida, contemplo bien resguardado, como Alí Babá; No creo que Delleuze hable de otra cosa distinta de aquélla a la que hemos llamado suceso.
"¿Qué es un acontecimiento?
Un acontecimiento no sólo es «Un hombre es aplastado»...El acontecimiento se produce en un caos, en una multiplicidad caótica, a condición de que intervenga una especie de criba.
El caos no existe, es una abstracción, puesto que es inseparable de una criba que hace que de él surja algo (algo más bien que nada). El caos sería un puro Many, pura diversidad disyuntiva, mientras que algo es un One, no ya una unidad, sino más bien el artículo indefinido que designa una singularidad cualquiera. ¿Cómo el Many deviene un One? Para hacer que surja algo del caos, incluso si ese algo difiere muy poco de él, es preciso que intervenga una gran criba, como una membrana elástica y sin forma, como un campo electromagnético, o como el receptáculo del Timeo. En ese sentido, Leibniz ya podía dar varias aproximaciones del caos. Según una aproximación cosmológica, el caos sería el conjunto de los posibles, es decir, todas las esencias individuales en la medida en que cada una tiende a la existencia por su cuenta; pero la criba sólo deja pasar composibles, la mejor combinación de composibles. Según una aproximación física, el caos sería las tinieblas sin fondo, pero la criba extrae de él el sombrío fondo, el «fuscum subnigrum» que, por poco que difiera del negro, contiene, sin embargo, todos los colores: la criba es como la máquina infinitamente maquinada que constituye la Naturaleza. Desde un punto de vista psíquico, el caos sería un universal aturdimiento, el conjunto de todas las percepciones posibles como otros tantos infinitesimales o infinitamente pequeños; pero la criba extraería de él diferenciales capaces de integrarse en percepciones reguladas.2 Si el caos no existe, es porque sólo es el reverso de la gran criba, y porque ésta compone hasta el infinito series de todo y de partes, que sólo nos parecen caóticas (series aleatorias) por nuestra incapacidad para seguidas, o por la insuficiencia de nuestras cribas personales. Ni siquiera la caverna es un caos, sino una serie cuyos elementos aún son cavernas llenas de un material cada vez más sutil, cada una de las cuales se extiende sobre las siguientes.
Esa es, tanto para Whitehead como para Leibniz, la primera componente o condición del acontecimiento: la extensión. Hay extensión cuando un elemento se extiende sobre los siguientes, de tal manera que él es un todo, y los siguientes son sus partes. Una conexión de ese tipo todo-partes forma una serie infinita que no tiene un último término ni un límite (si no se tienen en cuenta los límites de nuestros sentidos). El acontecimiento es una vibración, con una infinidad de armónicos o de submúltiplos, como una onda sonora, una onda luminosa, o incluso una parte de espacio cada vez más pequeña durante una duración cada vez más pequeña. Pues el espacio y el tiempo no son límites, sino las coordenadas abstractas de todas las series, ellas mismas en extensión: el minuto, el segundo, la décima de segundo... Podemos entonces considerar una segunda componente del acontecimiento: las series extensivas tienen propiedades intrínsecas (por ejemplo, altura, intensidad, timbre de un sonido, o tinte, valor, saturación del color), que entran por su cuenta en nuevas series infinitas, convergiendo aquéllas hacia límites, y constituyendo la relación entre límites una conjunción. La materia, o lo que ocupa el espacio y el tiempo, presenta esas características que determinan cada vez su textura, en función de los diferentes materiales que forman parte de ella. Ya no son extensiones, sino, como hemos visto, intensiones, intensidades, grados. Ya no es algo más bien que nada, sino esto más bien que aquello. Ya no es el artículo indefinido, sino el pronombre demostrativo. Hay que destacar que el análisis de Whitehead, basado en las matemáticas y la física, parece totalmente independiente del de Leibniz, aunque coincida con él. "
Gilles Deleuze El pliege (Leibniz y el Barroco)
Me he quedado enganchado en el recuerdo de esa preciosidad que es San Nicolás, un ejemplo de eso que podriamos llamar estilo jesuítico. Y me he ahorrado la parrafada, que parece puesta para que tropecemos. Conlo bien que se tenía que estar en San Nicolás.
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