25/12/05

Deseos

Volviendo a casa desde Marne sur la vallée. En el coche hace frío y el limpiaparabrisas choca rítmicamente contra el marco de goma del cristal. Hace frío. Hay algunas luces navideñas a los lados de la carretera. Al principio se ven sólo las luces. Conforme te acercas aparecen en la oscuridad las casas de las que penden las bombillas, los árboles alrededor de los que se enroscan las tiras de luces. Es una visión fantasmal, que no se disipa con el vano intento de la iluminación. Al contrario, los adornos la hacen más extraña. Más lejana. La carretera está casi vacía hasta llegar al peripherique. Aquí las cosas mejoran y el atasco de entrada me devuelve a la normalidad, después de una ración extra de melancolía que no me merezco. Porque no soy yo el que la provoca. Los alegres por naturaleza, los amantes de las fiestas, creen que la melancolía se puede quitar con unas pinzas de depilar, como un pelo inconveniente en el entrecejo. Creen que es una secreción del sujeto en vez de un baño que no se ha pedido. “Pero hombre, no estés así” Otro imperativo. Yo formularé un deseo: que se acabe esto cuanto antes.

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