En el límite entre la Ciudad Vieja y el barrio de Josefov hay una escultura que sale desde la ventana de un cuarto piso: es una viga roja en cuyo extremo se sujeta con una sola mano un tipo despreocupado. Parece tener la fuerza sufíciente para seguir colgado sobre el vacío durante bastante tiempo. Luego pensamos cuánto será ese tiempo, hasta cuando durará esa despreocupación del que puede manejar la peor de las situaciones. La mano acabará cediendo sudorosa y resbalará por las aristas de la viga. Pero mientras tanto ¡Ah mientras tanto! Qué placer el contemplar la acera con indolencia; no pensar en la caída, disfrutar del abismo como si no supiéramos que acabaremos estrellados contra los adoquines.
Más tarde o más temprano todos acabaremos, pero no necesariamente estrellados contra el suelo, algunos dan un elegante salto justo antes de llegar al suelo. Pero de lo que nadie nos puede privar es de esos momentos en los que vivimos intensamente y nos recreamos en cada segundo que pasa, mientras el aire que desciende del castillo nos hiela las orejas.
ResponderEliminarO pensar en la caída, confiando en que la distancia al suelo es pequeña.
ResponderEliminarEspero que tu corta estancia en Praga no haya sido suficiente, y que no te hayan robado la cartera en el tranvía 22, el que pasa por Malovanka (Malovat = pintar, Malovany = en sentido figurado, hermoso - "es como de (una) pintura")
Si te aficionas a Praga en tus acuarelas, hacemos una exposición algún día?
Saludos desde Pragajoz
Resulta una idea tentadora, más viniendo de quien viene.
ResponderEliminarPreciosa imagen. Ah, esa viga roja firme como la vida, como lo que tiene la vida de pasión, de acción, de amor, de entrega, de tensión, de heroísmo. Pero no hay que mirar abajo. Ya sabemos lo que nos espera ahí abajo, en efecto: lo sentimos en los pies, que no llegan a la acera. Mirar arriba o en todo caso al frente, lejos, como los funambulistas, que nunca miran abajo, mirar alto, mirar lejos... y sonreír. Y así, tal vez, volar, aunque sea con la imaginación, volar alto, volar lejos, sin soltar la viga roja. Mientras tanto.
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