Un libro en cada mano. Gaya en una. Marchán en la otra. La libertad de pintar, el aparente desprecio a la crítica en una y en la otra el nacimiento de la estética que da lugar a la crítica. Gaya no fue un hombre con suerte en cuanto al reconocimiento de su pintura. No sé si en su discurso hay resentimiento. Pintó contra corriente y la corriente era fortísima. Podría decirse que pintó agarrado a una piedra en mitad del río, mientras la espuma le tapaba la cabeza.
A pesar de lo que dice Gaya, en sus libros hace crítica. La hace cuando habla de Velázquez o de Tintoretto, o de cualquier otro de los grandes. Y me pregunto si esa crítica llena de admiración no viene de donde todas las críticas: del conocimiento y la experiencia; de las bases del racionalismo. Podrá hablarse de lo sublime, de lo inefable para referirse a tal o cual pintura y esto no anulará el origen de toda reflexión sensata.
Por eso, de una forma o de otra Gaya, Marchán, los críticos de verdad, hablan de lo mismo. Y hablan porque en la construcción de la estéctica el soporte ideológico es imprescindible: a priori, a posteriori o constante movimiento. Tal vez luego el edificio se derrumbe, pero basta echar un ojo a lo que ha quedado en pie para comprobar el apoyo de la letra escrita: los manifiestos pongo por caso, el apuntalamiento poético de algunos movimientos pictóricos.
Los cuadros, las esculturas, la música, la creación estética no son como el Deus ex machina operístico, no caen del cielo de repente. Son parte del río, de la corriente que ahora arrastra a Gaya hacia el reconocimiento.
Hola que tal?, interesante tu blog!, estaré pasando a revisar!, saludos,
ResponderEliminarJD
La pintura de Gaya, como su escritura, está hecha de puntos suspensivos. En esos puntos suspensivos, en ese tiempo de silencio que separa una palabra de la siguiente está el lector, el espectador. También su pintura está hecha, como digo, de silencio, a base de combatir la tentación de poner, a base de quitar, de renunciar, a base de ir, como usted dice, a contracorriente. Pero nunca con resentimiento, en todo caso con lucidez y, en todo caso, con... resignación.
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