Hay una especie de éxtasis menor que se produce frente al suceso. Un apartarse del flujo de acontecimientos para fijar los sentidos y la experiencia en uno sólo, en un solo acontecimiento que deja suspendidas nuestras relaciones temporales y espaciales. También hay una derogación de las normas estéticas, pero esto es pura apariencia, porque el hecho de que la mirada elija un suceso concreto se debe a un aprendizaje, a un aprender a mirar que acarreamos desde siempre. Hay un momento en el que nos creemos autónomos, libres del corpus estético y esto nos hace parecer gigantes a nuestros propios ojos. Mientras tanto, nuestros pies se hunden en el barro de la tradición y enseguida somos engullidos por el conocimiento hasta que el horizonte de la ciénaga queda justo a la altura de nuestros ojos. durante el dulce momento de la contemplación somos estéticamente invencibles, somos únicos, somos intérpretes del mundo y aunque el suceso tiene un tiempo limitado y por lo general brevísimo, el sabor que deja tras su paso no es comparable con nada. La certeza se abre paso a través del Universo para tocarnos por más que, al cabo, percibamos lo arbitrario de la elección y lo imposible de construir una teoría del suceso a partir de uno en concreto.
Si durante ese dulce momento de contemplación somos únicos, somos intérpretes del mundo... ¿Quién somos en realidad? Los de los pequeños estáticos momentos intemporales o los del pie en el barro. En ese éxtasis menor del suceso no somos nosotros o somos más nosotros...
ResponderEliminarCreo que la teoría del suceso es imposible porque no es teoría sino práctica. Hay que vivir el suceso con los ¿cinco? sentidos.
Mientras, que el barro nos hunda, porque eso no deja de ser un suceso y si sucede... es que estás vivo.