8/10/05

Estantes

La exposición de los carteles de Cassandre se muestra en la antigua, en la regia Biblioteca Nacional, abandonada a su suerte a cambio de los contenedores de libros que, junto al río y a su mayor gloria, levantó Mitterrand. No es poca la emoción que produce ver los carteles de Dubonnet o los dedicados a las grandes compañías de ferrocarriles europeos de la época pero, en el camino hacia la muestra, el visitante tiene la oportunidad de asomarse a la gran sala de lectura cuyos estantes vacíos provocan una enorme melancolía: la biblioteca, privada de lo suyo, resulta especialmente triste. El contraste entre sus salones y escalinatas majestuosas, sus letreros indicando los contenidos transportados a otro lugar, producen un abatimiento inútil, una nostalgia poco conveniente producida por el objeto que se reduce hasta convertirse en anécdota.

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