19/10/05

El mío

Nada comparable. Nada que ver con los parecidos razonables, pero qué coño: uno también pude decir lo que piensa. Así es que este es mi palco favorito; el de un teatro de provincias ni grande ni pequeño. Un palco que da justo al escenario y que es tan oblicuo que suele utilizarse para la megafonía en las actuaciones que la necesitan o para colocar los timbales cuando la orquesta no cabe en el foso. Las pocas veces que he visto un espectáculo desde este palco, lo he maldecido por el dolor de espalda que provoca la constante torsión de la columna vertebral si se quiere ver algo de lo que sucede a la izquierda de la escena. Sin embargo cuando he estado en el patio de butacas, he echado de menos la cercanía del acontecimiento, ver al artista en escorzo, de perfil, recitando hacia un público que no soy yo, porque yo estoy al margen, estoy a una lado, ignorado por los artistas que, al finalizar la obra, saludan casi de espaldas a mi, De esta manera me convierto en un espectador relativo, en un espectador de espectadores, como aquellos muñecos de cartón de tamaño 1:1 que el Equipo Crónica colocó estratégicamente en un espectáculo, hace ya treinta y tantos años y en los que el público quiso ver las representación de la policía secreta de Franco. Muy pocos se salvaron y hoy valen un buen dinero. Espectador de espectadores. Ver el todo, la interacción; el palco incómodo, doloroso que, sin embargo, ofrece a cambio del sacrificio, una visión del teatro del mundo.

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