Nueva York no tiene cielo. Al menos en estos dos días, de verdad que lo parece. Es como estar dentro de una bola de cristal sucia en la que no hay un horizonte. En la calle, entre los edificios, se ven los cuchillos de un cielo sin color. Junto al río, uno con otro hacen un todo sin definir. Puedes saber que el Hudson lo es porque el agua se mueve. Eso es todo. Es parecido a la idea de Turrell, de la luz continua. Tumbarse en el interior de un cráter y mirar al cielo, Aquí, ni siquiera cuentas con la delimitación del cresterío.
Turrell está caro. Un holograma o la proyección de un triángulo luminoso van desde 80.000 hasta 360.000 $. Turrell ha hecho de la luz un negocio rentable, sin dejar de ser un exquisito. Como Dan Flavin con los fluorescentes.
Ir de galerías en Nueva York está bien. Te tratan como si fueras millonario aunque tengas pinta de mochilero. No están dispuestos a dejarse engañar por las apariencias. En mi caso, podrían darme con la puerta en las narices o mirarme como le miran a uno en Europa. En España entras a comprar un anillo a la chica que amas y si no tienes buena pinta, te miran de arriba abajo y te mandan a la bisutería de enfrente. En Tiffany puedes entrar vestido como un mendigo. Te atenderán como a un príncipe.
Nueva York no tiene cielo, pero te tratan bien. ¿Qué es el cielo comparado con la amabilidad? Junto al edificio Seagram de Mies, en el Four Seasons, pregunto si puedo echarle un ojo al tapiz de Picasso. Y entro a verlo hecho un zarrapastro, paseando como Pedro por su bar, donde la crème de la crème se toma sus martinis. Por cierto. El Seagram se llama así por su primer propietario: ginebra Seagram, en una copa apenas hunedecida con un martini blanco, seco y helado. Una cosa es que no te escupan a la cara; otra, que puedas pagarte un trago en semejante sitio.
La pajarera que usted a traido de New York, no le excusa para seguir haciendo una literatura de aproximación; que duda cabe, neones le cuadra mejor a su texto pero el señor Flavin era un electricista de fluorescentes. No le vaya a pasar como a G. Bush que comió una Nabisco y se atragantó.
ResponderEliminar(Recibirá por correo ordinario una caricatura del mismo mandatario en: No sin mi perro)
Más que traerla, creo que me laq he llevado puesta.
ResponderEliminarProcedo a la corrección (gracias) y me regocijo con la caricatura que amablemente me remite. Ud. siempre tan sutil.
Por mi parte, en efecto, no llego a otra cosa que no sea la aproximación. Es lo que hay.