19/7/05

Todas hieren

La pintura y la velocidad. Ya hablamos de esto. Le sigo dando vueltas. En la escultura, lo cinético (cincuentón) está muerto. El que se mueve pierde. Debe existir alguna forma de representar el movimiento de manera convincente sin que la cosa se parezca demasiado a una fotografía. Lo estático no plantea problemas. A Chambreneuf le digo -¿Por qué no pintas esto o aquello? Y me responde que le interesan las cosas que tenga un poso, en definitiva que hayan estado quietas el tiempo suficiente. En cuanto hay un atisbo de movimiento, se desentiende. Elimina cualquier estructura temporal que pueda hacer pensar en el transcurso de los días medidos de forma que no sea con el reloj de la naturaleza. Todo debe ser esencial. Recuerdo que hace poco, contemplando juntos un cuadro suyo de la escalera de un hotel, le dije que había dado en el clavo.
-¡Bah! –Me dijo.
No tenía que añadir mucho más: la escalera reflejaba la idea del tiempo humano; del entrar y salir en una habitación de un edificio de una ciudad que no es la tuya y en la que vas a permanecer un tiempo limitado.

Los cuadros del renacimiento en los que se escenifican momentos concretísimos de la vida, pongamos de Jesús, funcionan muy bien, porque más que un tiempo hay un tempo. Un momento detenido, tal vez logrado, además de por la maestría, por los efectos colaterales del uso de lentes ópticas, como demuestra D. Hockney.

Pero debe haber una forma de decir esto: que el tiempo medido por los hombres tiene cabida en la pintura actual. El tiempo del trabajo, del viaje, de los ritos. La medición del tiempo, con la que tan mal nos llevamos porque posiblemente proviene de un enrome errror, debe servir a la estética. Tiempos modernos es el referente cinematográfico. ¿ Y el pictórico? Se aceptan sugerencias.

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