19/7/05

La familia

Los chismes en general y los asuntos de familia, no me interesan demasiado. Ni siquiera los de la mía. Ceno con el editor peruano P. Ayacam que disfruta muchísimo escuchando las historias de los demás. Dice que los buenos libros se forjan con las historias de los otros, que todo lo que no traiga causa de la realidad está abocado al fracaso. Así que hago un esfuerzo: descarto el suicidio de un tío lejano que se arrojó desde el puente de M. y le cuento que los enemigos de mi bisabuelo publicaron su esquela estando vivo y coleando. Cuando al día siguiente apareció en el casino del que era socio, sus correligionarios prorrumpieron en una larga ovación que mi pariente no entendió hasta que le enseñaron el periódico.


El mismo bisabuelo desenfundó un revólver que acostumbraba a llevar, dios sabe a qué fin, y disparó varias veces contra los frescos del techo del teatro G. cuando las coristas de un musical de mala muerte, de gira por provincias ,enseñaron parte de sus tiernos muslos. La cosa se saldó con una breve estancia en el retén.

Ahora que me doy cuenta no puedo decir mucho más de mi familia. Nada que tenga un interés especial; nada de la carne que busca con ahínco el editor Ayacam.

Pero a lo que iba, es a otra cosa: he sacado de contexto la imagen del Teatro de Marigny. No sé como lo he hecho. Apretando el botón derecho del ratón o algo así y claro, enseguida me han venido a la memoria Perejaume y el Liceo. ¿Puedo decirlo? Perejaume está flojo. Vi en Vitoria una exposición suya hace un par de años o el año pasado, no recuerdo. Ningún interés. Nada que ver con aquellas brillantes ideas de enmarcación de cimas montañeras o “el postaler”: un expositor giratorio de postales sustituidas por espejos del tamaño de aquéllas. ¿Dónde está Perejaume?

Se me va la cabeza de un lado a otro; del hemisferio derecho al izquierdo o viceversa. Qué tendrá que ver la velocidad con el tocino.
imagen de la galería Joan Prats

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