24/7/05

Eco

El salón de mi apartamento -dos eufemismos seguidos- linda al este con el de mi vecino que no oye prácticamente nada. No hace como Satie, que se hacía el sordo cuando no le interesaba una conversación; simplemente oye poquísimo. Así que pone el televisor a todo volumen, de manera que si yo quiero enterarme de algo tengo que sintonizar la misma cadena que él. Hay un pequeño retardo, un corto eco, entre el sonido de mi tele y el de la suya y, más o menos, resulta soportable. Pero cuando apago el receptor, sigo oyendo TF1 o cualquier otra cosa que él esté escuchando.

No estaba seguro de si aceptaría el trato. La cosa ha resultado más fácil de lo previsto. Hace dos años, durante la ola de calor, a mi vecino se lo llevaron en ambulancia. La temperatura en nuestros apartamentos debió llegar a los 38º. Él, por poco no lo cuenta. Lo bajaron dos camilleros con una bombona de oxígeno y cuando me asomé al rellano para ver qué pasaba, aún tuvo humor para apartarse la máscara y decirme: -¿A que parezco el capitán Cousteau?

Así que hemos acordado lo siguiente: Yo le he regalado unos auriculares inalámbricos para ver la televisión y, a cambio, cuando hace mucho calor y estoy en casa, pego en la pared común con una regla de madera que uso para dibujar cuadros grandes. Golpeo cada hora más o menos y con la fuerza suficiente para que él lo oiga o al menos lo sienta. Entonces él contesta con un suave golpe de los nudillos. Todo está bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario