17/7/05

Cubo en el cubo

Cubo en el cubo. Confesionario en la iglesia. Oficina del jefe en el edificio de la policía. Volumen inserto en el volumen. ¿Dónde está la información? En el segundo vacío. No en el primero. El receptáculo aparente parece contener la sabiduría, pero esto es falso. Dentro del lugar hay otro lugar. A no ser, claro está que la información se transmita en el exterior: en el monte sagrado o en el banco de un parque, fuera de toda estructura que la represente. La información no esta en el periódico sino en el recuadro. No en el teatro sino en el camerino y no en la casa, no en el televisor, sino en un cubo dentro del receptor al que no podemos acceder porque no existe físicamente. Todo se produce más allá del lugar al que podemos tener acceso. En todas las películas de policías, buenas, malas o regulares. La información última que ha de desenredar la maraña, está en la pequeña oficina del jefe Éste baja las persianas de lamas para no estar a la vista de todos los que ocupan el cubo mayor, la planta, el resto de despachos. Lo mismo en las redacciones de periódicos, en los consejos de administración, cuyas puertas se abren sólo a aquéllos dignos de conocer; y a veces ni aún así. Creemos acceder al conocimiento, pero el conocimiento nos es vedado por su enorme precio. A cambio recibimos migajas, cuando no mentiras y como dice B.I.M. “cada vez que alguien me dice voy a serle sincero me hecho a temblar.” Conocer en los lugares es imposible. Los sitios más adecuados para la verdad no son aptos para que ésta aparezca. Siempre habrá un lugar dentro del lugar, donde la transmisión de la idea sea más efectiva que en el del primero de aquéllos. Los váteres de un congreso, –no olvide mirar por las rendijas inferiores- El callejón detrás de la rotativa. Todo muy cinematográfico, pero muy cierto. La Cábala no es otra cosa que el fracaso de quien busca la información dentro de la información. Se parece a esos suelos que, formados por piezas blancas grises y negras, parece darnos la idea de una retícula de cubos y al mismo tiempo la contraria.

Por eso hay ese deseo estético de romper todos los límites, de deshacerse de todo constreñimiento: el caligrama, el cubismo, la performance , la lucha contra el lienzo. El artista, configurado como mito, se ve impelido a decir la verdad sin dobles espacios; sin espacios. Pero la cosa no resulta, porque el espectador está acostumbrado al envoltorio, a la superficie, al lugar donde se desarrolla el conocimiento, más que al conocimiento mismo. El espectador desea adquirir el DVD del artista no sólo para proyectarlo en su casa, sino para tocarlo, para tener con él una relación física, con su caja diseñada y dentro de la caja el disco y dentro del disco la información.

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