16/7/05

Ananga Ranga

Un excéntrico armador me compra un cuadro y me invita a una corrida de toros en el sur de Francia. Una de esas invitaciones con el brazo por encima de tu hombro después de dos coñacs y a las que no puedes decir que no. Viaje en Mercedes: no sé que modelo. Tapizado en cuero, hasta la caja de los kleenex. Corrida espantosa pero divertidísima a partir del cuarto. En la fila de delante, apoyadas en el balconcillo, dos jóvenes españolas de buen ver hablan acerca de sus relaciones sexuales en voz alta, como si nadie entendiera su idioma. Durante el quinto, el asunto llega al cúlmen. Una pregunta a la otra sobre si es posible que el amante experimente un orgasmo sin eyaculación. Ya no hago caso de las banderillas, ni del toro ni de mi millonario acompañante que quiere que le explique por qué el picador lleva una piña en el sombrero.

Mientras las escucho discutir acerca de si la cosa es posible o no, me vienen a la memoria las ínfulas sexuales de Sánchez-Dragó y el Ananga Ranga del que no sé si existirá una buena traducción al español.

Finalmente, en el sexto, debo hacer caso a mi anfitrión y le explico lo de la piña.

¡El minieralismo va a llegar!

No hay comentarios:

Publicar un comentario