Me piden que haga limpia en el desván de la casa en la que viví, donde guardaba algunas cosas. Recojo papeles y libros. Hay una libreta referida a la teoría del suceso. De esto debe hacer como veintitantos años. Tal vez treinta. Recuerdo, supongo que como todo el mundo, el tiempo de la vulnerabilidad; las cenas en las que hablaba demasiado y me acostaba un poco borracho y haciéndome siempre la misma pregunta ¿Qué he dicho de más? Generalmente casi todo lo que uno decía estaba de más. Recuerdo especialmente una cena en la que intenté explicar la teoría del suceso a través de una sola imagen: dos operarios llevan por la calle un cristal de buenas proporciones. En un momento determinado, sin querer, casualmente, giran apenas unos grados su inclinación y la ciudad se refleja, fulgurante, entre los dos. No obtuve otra cosa que una displicente sonrisa de algunos de los comensales.
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Una charla agradable en el estudio de J. M. Corral. Me explica el origen de la serie de cuadros dedicados al aserradero en ruinas. De la pared cuelga la reproducción de un dibujo, posiblemente griego, en el que una mujer parece esperar junto a la tumba de quien debió ser su esposo. Hay errores de ejecución, pero el artista los mantuvo, volviendo a trazar una mano y un pie sobre los anteriores. Corral me dice que en aquella serie de excelentes cuadros, hizo todo lo posible para incorporar los fallos del proceso al contenido de la obra.
También me habla de la pintura como un invento femenino: A la luz de la vela, la esposa dibuja en la pared la silueta del hombre que se va a la guerra de manera que pueda recordarlo.
La teoría del suceso: seguramente uno de los pesamientos más modernos (ya posmoderno sin saberlo en una sociedad con retraso de lo moderno)que usted aportó en su juventud; demasiado fulgurante y banal para la provincia que reclama (hasta en sus clases más adelantadas) razones pesadas, combinaciones exactas de imágenes, nada que no sea excéntrico o caprichoso. La teoría del suceso: ¿para cuando la publicación de ese ensayo?
ResponderEliminarP.D: usted recordará la confirmación de su exposición cuando, una noche, dos individuos cruzaron ebrios una bocacalle llevando un armario ropero al grito de : ¡el búnker se hunde!