8/6/05

Ceguera

La ceguera de Pello Azketa en El cielo gira - premio a la mejor película del Cinéma du réel - es el hilo conductor del asunto. O mejor: una historia paralela al asunto. Ver a Pello pintando uno de sus últimos cuadros provoca una gran tristeza. Sin embargo hay en él una voluntad enorme de ver incluso privado del sentido imprescindible para su trabajo. Azketa viaja por el mundo y lo ve todo, acompañado siempre de Helena que es sus ojos. Helena está en la película. No se le ve pero está, como Arturo Redín a quien se siente en la exactitud de algunos pasajes, tan delicados como su forma de afrontar la vida.



Creo que es Antonio López quien dice que preferiría perder la capacidad sexual antes que la vista. La ceguera es la falta más literaria. Un personaje ciego es un personaje muy completo. Un escritor ciego, también. Pero para el pintor la ceguera es la tragedia, la imposibilidad de la expresión, o al menos la necesidad de emigrar a otros ámbitos del decir. Se puede ser sordo y compositor. No se puede ser ciego y pintor. El más mínimo signo de pérdida de visión o de cansancio de la vista después de horas pintando, asusta. Y a partir de cierta edad, el pintor se pregunta durante cuánto tiempo verá lo suficiente para dibujar un ojo, una cara o la encina en la silueta de un cerro.


Ver, aunque sólo sean las sombras de la caverna. Ver el conjunto de átomos que forman el paisaje, las bocas del metro, el Arco de Triunfo centelleando con ligero temblor por el calor del asfalto, en mitad del verano; como un espejismo. Dejar que la vista nos engañe. Dejarse engañar impúdicamente hasta creer en el objeto mirado.

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