Estimado Mr. B.
No me atravería a dirigirle estas líneas si no fuera por la serie de casualidades que, como entenderá, me impulsan a hacerlo.
Hace ya unos días un amigo común me habló acerca de un ensayo que estaba usted escribiendo sobre la estética vaticana. Me dijo que la redacción del último capítulo había coincidido con el funeral de Juan Pablo II y que tuvo usted que variar algunas de sus conclusiones a la vista de las imágenes del entierro del Papa y más concretamente de su féretro de madera de ciprés.
El domingo, por casualidad, en el metro, escuché a dos jóvenes hablar apasionadamente de Malevich.
Ayer, el mismo amigo común me dijo que había recortado usted todas las fotografías que encontró en diarios y revistas y preparado una serie de dibujos hasta dar con lo que, al parecer, usted ha calificado como una identidad estética absoluta entre el blanco sobre blanco de Malevich y el féretro del Papa.
Esta mañana, por razones que no vienen al caso, me he bajado del metro en una estación en la que no suelo hacerlo y me he encontrado de bruces con el cartel que arriba reproduzco. La exposición a la que hace referencia el cartel tuvo lugar hace más de tres años. Ignoro por qué permanece todavía encolado a la pared.
Así que, a la vista de lo anterior, me permito remitirle la presente con el ruego de que me indique si publicará su ensayo y en caso negativo si me permitiría leerlo y ver los dibujos que lo acompañan.
Recibirá esta carta a través de nuestro común amigo quien sabrá transmitirle mi anhelo con la vehemencia que, por respeto, no me atrevo a mostrar en la presente.
Agradeciendo de antemano su atención, reciba el atento saludo de un creyente en las casualidades.
4/5/05
Pasiones y casualidades
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Ayer mismo pasé por el estudio de Mr. B, y la verdad no lo encontré muy proclive a esnseñar su cuaderno de apuntes, dice que el caracter estetizante e incluso experimental no es lo que anima a ese diario, ni cree, por las mañanas, en la capacidad de los garabatos que hace; no sé, le noto intentando desprenderse de alguna obsesiva influencia de un artista regional al que a magnificado, o quizá procurando no ver más allá de la acción en el arte, ya sabes como es, se entusiasma con la trascendencia pero no tiene talento para ahondar en ella. Lo de malevich y el vaticano te lo contará él si para entonces no se ha desinflado del todo comme un michelin. En realidad se inventa excusas para creer en imágenes que justifiquen sus deseos.
ResponderEliminarLo dejé buscando un nuevo estudio en la rue de Charon.
Sería interesante que J.M.Pynaqui compartiera la teoría de su amigo Mr.B sobre Malevich y el Vaticano, ahora que las noticias e imágenes pontificias se han reconducido a sus justos términos.
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