Ayer, de regreso a casa, conduje la furgoneta, detrás de T.C. El Imperia anduvo bien. Parábamos cada noventa o cien kilómetros para darle un respiro, aunque creo que no hubiera hecho falta ni eso.
En un momento determinado, a eso de las seis de la tarde, muy cerca ya de la frontera, el cielo se nubló. TC. Paró para echar la capota y yo detrás para ayudarle. Entonces el paisaje adquirió un enorme parecido con los cuadros de Nicolas de Staël. Se lo hubiera dicho a gusto a T.C.: -Mira qué cielo. Y el me habría respondido: -Estira un poco más la capota.
Nicolas de Staël inventó el Photoshop antes de que existieran los ordenadores personales. Pintaba con menú, filtros, artístico, pincel seco con cincuenta años de adelanto y le sucedió como a Diebenkorn: los dos anduvieron por el alambre sin red que va desde la figuración a la abstracción. Iban y venían con una sombrilla en una mano y el pincel en la otra. Un funambulismo peligroso pero posiblemente honesto.
La tarde se puso como los cuadros de Staël y yo allí, en la cuneta tensando la capota de un coche viejo y sin poderlo decir. Ya tiene que ver.
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