Hay una extendida costumbre que consiste en atribuir un sentido concreto a todo lo que, más o menos, tenga una forma alargada y cilíndrica: postes, chimeneas, faros... Cualquier cosa por el estilo es analizada como representación del falo. ¡Qué aburrimiento!
Antes semejante insistencia y puestos a proponer alternativas, me permito ensayar la siguiente en cuanto a los faros costeros: hablar de la estructura del faro, olvidando su función, es un lugar común que no tiene ningún interés. ¿No sería mejor pensar en el perpetuo recorrido de la luz luchando sin esperanza contra la espesura de la noche? El haz que barre la negrura del mar sin detenerse nunca en un punto concreto, resulta mucho más simbólico que la propia construcción que sostiene la lámpara. Es una cuestión de subjetividad. Basta con situarse en la lámpara que gira en vez de en el mar o en la costa, para sacar conclusiones menos trilladas que las habituales.
En cualquier caso, no deja de ser un falo que esparce materia luminosa a no se sabe ni hasta no se sabe donde.
ResponderEliminarMaldición de los machos aunque el faro se apague.