Cualquiera que haya visto Las pequeñas fugas, recordará el vuelo en helicóptero que el anciano protagonista contrata para ver de cerca el Cervino. Después de una primera pasada, el abuelo le dice al piloto que ya es suficiente. El piloto le contesta que por el precio que ha pagado aún pueden dar otra vuelta, pero el abuelo no quiere. Ya lo ha visto. Eso es todo.
Me acuerdo de esto ahora que voy a salir unos días de París. Me acuerdo de la primera vez que atravesé la ciudad en autobús camino de no sé dónde y pensé lo mismo: para qué volver.
Y pienso aún en la montaña y en lo que sucede en ella, en el descreimiento del anciano que sólo ve desde el cielo una masa puntiaguda de nieve y hielo.
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