Entrego a R.T. el sobre que a su vez me ha entregado el comprador de el sacrificio de Abraham. R.T. quiere darme una parte.
-Me conformo con dormir en habitaciones separadas durante el resto del viaje. Le digo. Quedamos para comer y nos damos el resto de la mañana libre.
En la portería de la vieja fábrica de gas se ha instalado un egipcio sin papeles. Tiene nevera y televisión y macetas con plantas. Me dice que puedo pasar; como si realmene fuera el guarda. Y que si quiero un té. Me lo dice mientras sacude unas alfombras colgadas en el alambre. Yo sólo quiero ver el gasómetro del que me ha hablado un amigo admirador de la obra de James Turrell.
-Pase, pase. Al fondo está el gasómetro. ¿seguro que no quiere un té verde?
El egipcio parece albergar la esperanza de que quien vaya a comprar este montón de ruinas le encuentre tan preparado para el puesto, que no tenga más remedio que ofrecerle el empleo de portero.
POR UN PUÑADO DE TÉ
ResponderEliminarEn la pregunta del té verde, el egipcio detecta la percepción del visitante a los colores fluyentes . El gasómetro ya no existe, el egipcio cabecea: no tomarás el nombre de james en vano.
Estimado sr. Green. El gasómetro sí existe. En sus alrededores han comenzado las obras para la edificación de viviendas, creo. Pero sigue en pie. Ruinoso, oxidado e invadido por las malas hierbas, pero sigue donde estaba.
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