Del compresor II no queda rastro iconográfico. Sí algo de literatura y una impresión colectiva asociada a las hazañas de Miguel Indurain. En mitad de la ascensión al puerto de Alpe Duez - pongamos por caso- Telecinco insertaba la publicidad en la que una chica tipo busco a Jacks acariciaba un compresor. -¿Te gusta el compresor? Preguntaba impúdicamente. No es difícil recrear la imagen, pero resulta más excitante pensar que es imposible recuperarla tal cual era. Cumpliendo una de las máximas del teatro, la modelo hacía un breve gesto sobre el aparato mientras declamaba su frase: acción durante el monólogo.
El tercero, el que trae a la memoria los anteriores, es éste del que hablé al principio y que no puede objetivarse como quisiera. Su enclave, el punto de vista de quien lo mira, lo hacen subjetivo, a pesar de que la pretensión -imposible por otra parte- es la contraria. Hablar del compresor sin más, de la máquina en reposo, del prisma amarillo cuyo última cara apenas se refleja en el charco, no resulta neutro. Nada resulta neutro.
R.T. me llama al móvil. Nos vamos ya. Tenemos que pasar por Candem a recoger las últimas cosas y embarcamos camino de casa. Tengo que comprar un salero.
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