6/4/05

¿Cómo se dice no?

R.T. me pide de nuevo que le acompañe. Él mismo no sabe para qué. No me necesita para nada. O eso creo. Sin embargo, me resulta difícil decir no. Mientras él esperaba a que yo pudiera acompañarle, sus planes han ido variando de manera formidable. En la rue de la Felicité hay aparcada una furgoneta con la que pretende llevar unos muebles a San Sebastián, luego tomar el ferry en Santander hasta Plymouth, comprar todo lo que pueda en Londres durante una semana y volver de nuevo en ferry a Calais. Podría alegar que no estoy dispuesto a viajar en semejante trasto, pero le pregunto cuándo tiene intención de salir.


En Inglaterra se venden muchos saleros. Tal vez podría comparle uno a A.I.

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