24/4/05

Cioran en dos palabras

¿Qué hubiera sido de los mármoles de Fidias sin la avaricia del Imperio? Este grupo de notables que en el cuadro charlan rodeados de los frisos del Partenón, de las esculturas de Diniosios y Deméter, orgullosos de su operación de salvamento nos parece ahora una banda de desaprensivos incapaces de respetar las más elementales normas de la ética internacional. (Por cierto: resulta alarmante cómo la cabeza del caballo, que en el friso tiraba del carro de Selene, se halla en el suelo sin ningna protección.)

Pero en el British, como en Disneylandia, hay que hacer abstracción de los motivos y dedicarse a disfrutar. Resulta bastante económico desayunar bajo la cúpula de Foster que une la biblioteca con el museo. El café no es malo y la bollería es variada. Con el estómago lleno uno puede hacerse la pregunta de Tusquets: sabiendo que nadie vería la espalda de las esculturas de los frisos, ¿por qué Fidias las trabajó con el mismo rigor que su frente? Tusquets no da una respuesta: ni en el título ni el epílogo de su libro cuyo post escriptum dice así:

Mientras acabo de corregir las pruebas de este libro estoy leyendo los Cuadernos, donde Cioran, tras advertirme que si el español sale de lo sublime resulta ridículo, recomienda comportarnos como si tuviéramos cuentas que rendir a un dios inteligente; llevar el prurito de probidad intelectual hasta la manía del escrúpulo. ¡Dios! ¡Tanto esforzarme para explicar lo que ya se ha dicho.

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