Lo último de Juan Uslé es una habitación oscura en las que se ven seis fotografías retroiluminadas de la guerra de Irak. Son fragmentos de imágenes obtenidas de la televisión. Sólo quien tiene el valor de exponerlas merece -si lo merece- reconocimiento. Y ya sé que no hay que decir esto, pero estoy seguro de que como Uslé, miles de personas en todo el mundo estuvieron pendientes de los telediarios cámara en mano fotografiando lo que veían a través del televisor. Y a esto también se refiere Tocqueville, porque lo sublime se ha convertido en elemento abundante en la naturaleza, accesible a cualquiera y no sé si tal acceso tiene algún sentido, o si la proliferación, la seriación, conduce a alguna parte, por no hablar de la forma de tratar los sentimientos o los valores. Ucello, al menos, canta la victoria de Níccoló Mauruzi da Tolentino. Nosotros debemos conformarnos con lo catódico fotografiado. Nos hemos acostumbrado a la falta de sentido de las cosas como al ruido que hacía el televisor cuando terminaban las emisiones por la noche después del himno nacional.
El ruido anima a Uslé. Ciertamente es la textura y la deformación de la luz lo fascinante para él de las imágenes y de los fragmentos que elige para evidenciar lo sabido, ni canta, ni loa ni critica los acontimientos, ni al invasor ni al resistente, se justifica como artista de opinión política apropiandose de una información ya artistificada (capturada, editada, emitida, repetida...)ya sabemos que las guerras lejanas son tremendas y nos invitan a enrrolarnos en filas de opinión contrarias, pero no me denuncies la barbarie estetizando con el mando a distancia y cubriendote la espalda con el patrocinio de un periódico, aunque lo mejor son los obligados comentarios de alabanza del crítico designado en el suplemento cultural !que conciencia social la del artista, que visión desentrañadora de la guerra cruel! no sé, quizás hasta tuvo que citar inevitablemente "los desastres de la guerra" de D. Francisco.
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