9/2/05

Rue de la Felicité

Algún gracioso llamó Rue de la Felicité a esta calle oscura y sin carácter Uno tiene la sensación de que, para hacer honor al nombre, sus habitantes harán enormes esfuerzos por parecer lo que no son. Hay que ser cínico para esparcir la nomenclatura como si fuera confeti. (¡la transversal es Tocqueville!)
Visito a S.F. en el hotel G. Le pregunto por las zapatillas en el alfeizar de la ventana de su minúscula habitación. me dice que las deja el tipo que está pintando el patio interior, cuando termina la jornada. Menudo patio. Si el pintor estirara un poco el brazo, podría acabar el trabajo en dos brochazos. Salimos a cenar a un chino. El arroz está bueno. Pero S.F. pide de postre una especie de fruta forrada de caramelo o algo parecido; enseguida se lamenta de no llevar un almax en el bolsillo. Saco de mi abrigo una tira doble de ocho y S.F. se lleva dos comprimidos a la boca. Mientras su esófago se calma, mira las pastillas y me pegunta si no me he dado cuenta de que el cierre de aluminio se abre demasiado, haciendo que se pierdan pastillas que no vas a consumir. Dice si no será un truco para vender más producto. Creo que con el Pepsamar no pasa lo mismo.

Hago un aparte para recordarme que
debo escribir la milagrosa curación de
la hernia de hiato de F.L. mediante
cajas de cartón sobre el vientre.

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