18/12/11

No dejen marcas

De vuelta en casa, me rondaban las vistas inacabas de López. “Que la técnica no pueda con la idea ni viceversa”. Siempre me ha parecido esta una buena divisa a la hora de emprender cualquier proyecto. La técnica es insoslayable pero convertida en vicio es como esos papeles  adhesivos que los humoristas usan en sus gags para simular un envoltorio pegajoso: no hay forma de desprenderse de ellos; se sacuden las manos se lo pasan de una a otra, hacen creer que lo han perdido de vista y sigue ahí, obstinado, delante de todos. La técnica, una vez dominada, debe desaparecer. Los cuadros madrileños de Antonio López en los que se aprecian rastros de medidas, maneras de pintar, esbozos, incorporaciones, aciertos sublimes y estudiadísimos abandonos me recordaban a alguien. Alguien lejano en el tiempo que, sin ninguna intención, obtuvo resultados parecidos salvando las distancias y los motivos. No el Corot viajero que pinta sobre cartón con la frescura de quien descubre Italia, ni los modernos que encontraron en el proceso el objeto mismo de la obra. Ni uno ni  los otros. En la frescura de Corot está implícita una inmediatez consustancial al viaje y la medida. Y la emoción que transmite el trazo es la misma que él debió sentir frente al campo italiano. En cuanto a la deconstrucción del proceso, hay una voluntad sincera de destripar la máquina y mostrarla tal cual. Esa manifestación concreta del arte se ha pervertido después, convirtiéndose las más de las veces en puro esteticismo. ¿A quién me recordaban los inacabados paisajes de López? ¿A quién los jarrones con medidas, pequeñas marcas blancas o anotaciones como “horizonte”?

2 comentarios:

  1. el non finito de MIguel Ángel?

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  2. Ya llego. Tengo que escanear una cosa que encontré y la cuelgo mañana o pasado.
    Saludos,

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